“Tengo miedo de pasar al lado de algo, frente a todas estas condiciones tan laboriosamente reunidas y que mañana ya no estarán. Yo sé que tengo, en mi manera de trabajar, algo de terrorífico con respecto al tiempo. Cuando estoy emocionada por la belleza de una chica, es por lo que tiene de fugitiva, por el sentimiento del instante que hay que capturar. Siento la belleza que pasa y se va, y eso también me desespera a mí, porque me pregunto si he estado a la altura de este privilegio y si he sabido hacer lo que tocaba para dar fe de ello. Nuestra angustia, nuestro sentimiento de culpabilidad, es que sabemos que depende de nosotros, de la mirada que posamos sobre las cosas. No es solo el instante en el que fotografiamos, que es demasiado corto, no solo el día del trabajo, pero toda nuestra existencia de fotógrafos, siempre tenemos este miedo de que haya pasado. Tal vez debería decirme simplemente que no debo estar mucho tiempo sin trabajar, que hay que hacer andar la máquina, que si no anda, no me doy una ocasión de que esto ocurra. Debería aceptar la posibilidad del fracaso, decirme que finalmente no tiene ninguna importancia, que, si no puedo permitirme el fallar un pedido, tengo al menos el derecho de fallar lo que hago para mí misma. Debería decirme: cada día voy a sacar una foto”.
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